Oímos aquí y allá de los beneficios que nos ha de traer una "nueva política" enmarcada dentro de la juventud, nuevas propuestas, nuevas horizontes de desarrollo y una mejor manera de que todos los ciudadanos se interesen en el campo de la política.
No existe mayor mentira. La nueva política, el ejercicio de esos "jóvenes" incursionando en los campos del servicio público, no tiene otro adjetivo sino el de paupérrimo. Colombia está atrasada en ideas, en innovación, y las personas jóvenes no han heredado nada más que las pésimas, vagas, y corruptas costumbres de la tradicional "clase" política.
La verdad es que la vieja política, aquella que era de usanza a mediados del siglo pasado, es a donde debemos volver. En aquella época existía el debate, había certeza de ideas, los oradores sobraban y una segura línea de pensamiento gobernaba los dos partidos tradicionales colombianos.
Hoy, tanto esos partidos tradicionales, como los nuevos no son más que la perdición en un mar de lágrimas. Estas elecciones han dejado ver qué es esa nueva política, lo cual no es más que la pérdida de la vieja política, gobernada por los intereses personales, la ambición de poder y delirio de importancia de los individuos que la llevan a cabo.
Para la muestra un botón: En las elecciones que viviremos el próximo 14 de marzo de 2010 sobrará la ignorancia, la incompetencia, la corrupción y la falta de iniciativa. La historia de Colombia tendrá que recordar este episodio como el más triste y vacío de la república. Nunca antes los temas fundamentales del país habían estado en el olvido, y la conveniencia política jamás había dejado ver lo peor de sí.
Nuestro panorama es desolador, por lo que es menester hallar los candidatos que no están en el afán de mostrar una cara innovadora donde ocultan sus horrendos apetitos, sino aquellos que saben que es bueno aprender de las cosas del pasado, para implementarlas en el presente, y así mismo evitar los errores del pasado, que de repetirlos la cuenta de cobro no será para nada benévola.
La preparación y la tradición son cruciales ante tanta pobreza intelectual, y la búsqueda de estos candidatos es la misma de buscar una aguja en un pajar.