Colombia por años se ha destacado por tener un manejo politiquero sencillamente espantoso. Hoy día encuadramos literalmente en lo que el adagio popular pretende comunicar: "hierba mala nunca muere". En este país los mercaderes de la política, aquellos que creen que el ejercicio de ese noble y bello oficio, es la fuente de llenar sus faltantes emocionales, y sobre todo hacerse espectacularmente ricos, han sobrevivido décadas manteniendo cierto grado de influencia en la política nacional, regional y local.
Después del fenómeno Uribe, hay personajes de la vida nacional (se deberían denominar personajes de la muerte nacional) que están buscando la Presidencia de la República haciendo uso de esa vieja estrategia de empezar a repartir burocracia, entre otras cosas, sin siquiera tener posibilidades de llegar a esta altísima dignidad, dado que su capacidad mental, y sus convicciones no alcanzarían jamás para poder serlo.
Este tipo de personas, que han militado con quien convenga en el momento, no les importa el concepto de partido político, ni mucho menos la sostenibilidad de una tesis sólida de gobierno. A decir verdad, nadie sabe que es lo que realmente piensa, porque negocia acuerdos y alianzas con vertientes políticas, que entre ellas son irreconciliablemente contradictorias.
¡Que tristeza! esta supuesta "vida nacional"; este tipo de personajes jamás deberían hacer noticia, pero lastimosamente la hacen, por el hecho de ser nietos de grandes genios de antaño. Sólo les queda en la conciencia de este tipo de mercenarios, la certeza de haber hecho un trapo de inmundicia la memoria de aquellos estadistas de mediados del siglo pasado.
Solo resta decir que el pueblo emitirá la sentencia final contra estos politiqueros, que se limitan a ver cual es el camino más corto a satisfacer la sed vacía y profunda de poder, dejando atrás el verdadero sentido de la palabra política.
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